Nadie en su sano juicio cometería el error que denuncia la frase: todos sabemos que una cosa es el valor y otra muy diferente el precio. Y, sin embargo, inconscientemente tendemos a dejarnos llevar por el equívoco, lo que, de hecho, nos convierte en necios. Un ejemplo a colación: ¿cura más un medicamento de marca que un genérico? Parece que sí. Más aún: ¿cura más un medicamento a su precio habitual que el mismo en oferta? Parece que también.
Esa fue la sorprendente conclusión de un experimento llevado a cabo por un equipo del MIT encabezado por Dan Ariely. Un grupo de estudiantes de posgrado de la famosa universidad (las cobayas habituales de este tipo de estudios) probaron en sus carnes un nuevo analgésico, llamado Veladona. Para comprobar su eficacia los participantes recibieron una andanada de descargas eléctricas bajo los efectos del medicamento. Una parte de los voluntarios fue informado de que el precio del comprimido de Veladona era de 2,5 euros mientras que el segundo grupo pensaba que su precio era sólo de 10 céntimos.
Unos y otros declararon haber recibido un fuerte alivio del dolor tras tomar la Veladona pero aquéllos que pensaban que la medicina era más cara se sentían mucho más aliviados (el doble) que los que pensaban que era una bicoca. Pero mucho mejor les fue a los que, además de asumir el precio más caro, leyeron sobre los estudios científicos que refrendaban la eficacia del Veladona. Lo más increíble del asunto es que el supuesto analgésico no era más que una pastilla de vitamina C, así que todo el alivio sobrevino por el efecto placebo y, lo que es más importante, de las expectativas despertadas en el paciente en función del precio y la fama previa del producto.
Con esto, quizás podemos llegar a la conclusión de lo fácilmente sugestionable que es la mente humana y de la poca valoración objetiva que tenemos algunas veces. Al igual con el caso de los alimentos de marca blanca, nos repugna solo la idea de comer algo que no haya salido por la televisión antes. A pesar de que no queramos reconocerlo, en muchas ocasiones no tenemos criterio propio y nos dejamos llevar.
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